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Puede pensarse la tecnología como una posible figura de la otredad, renovada con cada aplicación y elemento novedoso con que nos sorprende. Se nos presenta como un otro, con todos los conflictos que la vincularidad implica. Un otro que nos excede, que nos genera incertidumbre, que hace estallar nuestros ideales, que nos rompe los esquemas. Un otro con el que todavía no sabemos bien como vincularnos. La proliferación de artefactos a un ritmo vertiginoso es una realidad de nuestros tiempos. Inaprensible en los efectos que suponen para los que usan un objeto en concreto, así como en los cambios culturales de gran amplitud que afectan también a los que (aun) no lo utilizan. La inclusión con éxito de nuevos artefactos tecnológicos transforma el mundo y si este cambio tiene cabida es en tanto la subjetividad del momento puede acogerlo.

Uno de éstos son las muñecas de sexuales. El otro de la tecnología nos ha brindado algunos objetos con apariencia de otro como semejante.

Éstas tienen un carácter hiperrealista, tanto en dimensiones, aspecto, tacto y peso. Algunas cuentan con órganos sexuales que almacenan la temperatura corporal. Pueden ser construidas a petición del comprador siguiendo sus gustos, eligiendo aspectos como el color de ojos, tamaño de los senos, altura, vestimenta, articularidad en las manos, etc.  Las webs de venta especifican que están destinadas a un público de todas las edades, clases sociales y diversos profesionales. Si bien se han hecho populares para un uso sexual también pueden ser destinadas a otros fines, como artísticos o decorativos. “Representan a menudo una presencia afectiva, se vuelven un objeto admirado y responden a una necesidad sexual”, “del maniquí al modelo artístico, de la decoración al objeto fetichista”, “están hechas para todo lo que usted pueda imaginar con ellas”.  Se presentan como “excelentes parejas sexuales” para hombres en diversas situaciones. Solteros, en una relación estable que han de pasar tiempo lejos de casa por trabajo, cuando la pareja no está activa sexualmente por diversas causas, como una enfermedad o desinterés sexual. De hecho, especialmente en oriente, muchas de estas muñecas están siendo compradas por mujeres que las regalan a sus parejas con quienes no tienen encuentros sexuales.

El discurso comercial de las mismas las presenta como útiles en tanto pueden complacer  fantasías sexuales sin necesidad de acuerdos ni compenetración en los gustos, libres de la “demanda de conexión emocional”, de necesidad de negociación explícita o implícita sobre los tiempos y las formas de sexo. Gracias al hiperrealismo “parecen verdaderas”, reproducen el interior de las mujeres en lo que a los orificios del cuerpo se refiere y “los pechos rebotan como si fuesen reales”. Aparentan  ser auténticas mujeres pero al no serlo permiten sortear el riesgo de las enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados. El acceso a un sexo libre de límites éticos y legales. Lo que las coloca en un lugar de prostituta ideal.

También se venden como “compañeras”, “se trata de la diferencia entre volver a una casa vacía o volver a una casa en la que hay una muñeca con la que te hace ilusión pasar el tiempo”. Se ofertan “como el ideal de mujer perfecta”, gracias a las opciones de personalización “cada hombre puede construir su propia mujer soñada”.

Entre las ventajas se menciona que puede animar la vida sexual de la pareja con experiencias de a tres, preservando de los celos y las complicaciones románticas.

En Japón las Love Doll, nombre por el que se las conoce, empezaron a fabricarse hace trece años, destinadas a hombres con diversas dificultades físicas. A día de hoy también se presentan como modos de cubrir diversos hándicaps emocionales; “las mujeres reales pueden herirte, las muñecas me quieren al cien por cien”. Actualmente hay empresas dedicadas a este negocio también en América y Europa.

Pueden comprarse o alquilarse, el alquiler tiene sus restricciones de uso. Son enviadas con discreción al domicilio particular o el cliente puede recogerlas en tienda, se entregan con un set de accesorios: funda de transporte, conjunto de ropa (tipo lencería), kit de belleza (cepillo del pelo, polvo de perfume), kit de reparación, peluca a elegir, libro explicativo sobre las posibilidades de maquillaje facial y uñas, uso de perfumes, indicaciones sobre cómo hacerles piercing o cómo limpiarlas después de un uso sexual vaginal.

Están fabricadas a base de silicona. Esta composición permite flexibilidad del esqueleto y que sean articuladas, lo que se traduce en gran movilidad y múltiples posiciones, solidez y duración. Con un elevado nivel estético consiguen un alto parecido a la realidad en el contacto táctil, suavidad, elasticidad de la piel y peso total.

En el mercado no solo hay muñecas, también muñecos, aunque con una presencia e incidencia en los discursos menor. Y si bien en su mayoría representan seres adultos también se comercializan muñecos de niños.

La inserción en estas muñecas de inteligencia emocional es algo en lo que actualmente se trabaja. Sputnik Mundo informa que la empresa estadounidense Real Doll planea mejorar su industria de juguetes sexuales realistas usando avances tecnológicos que permitan crear una inteligencia emocional, dar vida a sus muñecas, aprendiendo detalles sobre su dueño con el fin de poder “excitar(le) mental y físicamente”.  “Un robot que pueda tener relaciones sexuales”. “Capaz de conectarse de una manera muy íntima con su usuario”.

Sin entrar en muchos detalles no podemos pasar sin mencionar la existencia de otro tipo de muñecos en el mercado. Se trata de los bebés reborn.  Son muñecos hiperrealistas con apariencia de bebés, donde el peso, las dimensiones y la apariencia visual de los mismos los convierte en piezas de arte. Se iniciaron con el reciclaje de piezas de muñecos de vinilo cubriéndolos con capas de pintura. Al igual que las muñecas sexuales a día de hoy son confeccionados con silicona, generando un efecto de realismo sorprendente. Lo que caracteriza a los bebés reborns es que no son vendidos ni comprados en su versión muñeco, sino como hijos. Se entregan a sus compradores acompañados de una partida de adopción, quienes los acogen como hijos adoptados. Las consumidoras, mayoritariamente mujeres, se autodenominan “madres”,  dedican gran parte de su tiempo a atenderles como si de bebes reales se tratara. Cuidados que van desde “darles de comer”, bañarlos, “dormirles”, lo que puede quedar en una escena privada, a llevarles en sus visitas a amigos y familiares, de compras, pasearles o jugar con ellos en el parque, introduciendo el fenómeno en la escena pública, que a diferencia de las muñecas sexuales toda interacción suele quedar en la escena privada. Algunas priorizan el cuidado de los mismo dejando sus puestos laborales para darles una mayor atención.

Con cada modalidad tecnológica pueden reactualizarse preguntas clásicas sobre ella; ¿qué genera, crea o posibilita? ¿qué preserva o incrementa?, ¿qué recupera o revaloriza? ¿qué reemplaza o deja obsoleto? ¿para qué sirve?, ¿qué facilita?, ¿qué simboliza o representa?, ¿qué connota?, ¿cuál es su impacto? ¿qué necesidad humana permita satisfacer con menor esfuerzo, con mayor eficacia?, ¿qué deseos genera o potencia?”. Preguntas que abordan diversas vertientes, desde lo práctico a lo ético.

Junto a éstas surgen también nuevos interrogantes que sin el nuevo artefacto quizás no habrían sido formulados. El desafío de responder obliga en primer lugar a situarlas y eso supone un tiempo. Un tiempo que ubique las preguntas en el abordaje de los sujetos históricos sociales y su contexto, de la subjetividad en la que esa tecnología ha sido diseñada,  transformada, construida y actuada. La dificultad que entraña nos lleva con facilidad al modo histórico de reducir y asimilar los nuevos fenómenos incluyéndolos en el mecanismo normal-patológico, como nos advirtió Foucault.  Considerar que las personas que usan estas muñecas como “no normales” y añadirles alguna categoría diagnóstica que los patologice es lo más simple. Y sobre todo lo más tranquilizador para los que no las usan, como si así pudiesen quedar preservados de la pregunta por el deseo que ellos ponen en juego en ese acto, porque esa pregunta también atañe a los que aparentemente quedan por fuera. Es más tranquilizador que dar cuenta de las determinaciones que lo han generado y que nos incluyen y afectan en tanto seres sociales de un mismo momento histórico.

También podemos caer en categorías dicotómicas y peor aún, ponerle mucha pasión al asunto. Una postura ultraoptimista en la que creamos que incluir en nuestras vidas una de éstas muñecas va a librarnos de las dificultades de la relación sexual. O su opuesto, que el artefacto mata al partenaire sexual porque destruye el vínculo y reemplaza el rol de pareja. Ambas visiones nos hace caer en la impotencia en tanto no nos permite incluir esos avances para reinventarnos.

La inclusión en nuestra sociedad de estos artefactos ya ha generado reacciones críticas desde diversos sectores.

Valga como ejemplo el debate generado a raíz de la venta de muñecas con aspecto infantil. Este mercado se ha disparado volviéndose un asunto controvertido al explicitarse entre su público a los pedófilos; las empresas defienden su postura por considerarlo un modo de desplazamiento de los objetos sexuales que preserva del acto de abuso infantil y difunden el agradecimiento de sus clientes por evitarles delinquir. Dicen que otros las compran intentando “recordar un pasado o reimaginar una infancia desafortunada” “muchos de ellos las tratan como si fueran sus propias hijas”. Lo que recuerda al fenómeno bebés reborns.

También se han generado movimientos intelectualizados, como la celebración de un congreso sobre amor y sexo con robots o la existencia de Campaign Against Sex Robots. Ésta es una organización de académicos que propone la prohibición de los robots sexuales al consider que el sexo con robots deshumaniza a las mujeres, promueve por similitud un intercambio prostituta-cliente y reincide en la percepción de las mujeres como objetos sexuales. Se considera que “la industria está extendiendo el problema de la prostitución a las máquinas, y que esto no es ético ni seguro”. Así como que este tipo de robots contribuirá a que existan todavía más casos de explotación sexual en la sociedad; “la explotación humano-robot se replicará con más explotación humano-humano, como un círculo vicioso”. Algunas voces plantean que los “robots del amor” tendrían que ser capaces de “simular ser heridos, deseados, amenazados o incluso tener miedo, en definitiva, reproducir los comportamientos lógicos de un ser humano ante una situación de abuso, porque de no ser así –dicen- se imita el abuso sexual en algo que representa a algo femenino

Por situar algunas cuestiones que pueden hacerse jugar con respecto a qué está en causa para el éxito que estos no-otros están teniendo en la actualidad, me gustaría subrayar qué uso se da a los artefactos.

El discurso del mercado que traduce e intenta dar un sentido a ese otro de la tecnología que nos descuadra nos indica sus posibles usos, ya mencionados con anterioridad. Llama la atención ese “para todo lo que usted pueda imaginar con ellas” y “excelentes parejas sexuales”. Se apunta a un uso sin límite, no fallido, y que evita el inquietante e inevitable encuentro que implica la relación con otro. Un uso que se ofrece comandado por las particularidades de una relación narcisista, en tanto da lugar a todas las proyecciones propias sin que éstas puedan ser deconstruidas en el encuentro con el otro. Sin tener que transitar por la problemática de la vinculación interpersonal. Sin obstáculo para insertarle las categorías del yo.

Se dice del territorio virtual de internet que no solo ha difuminado el tiempo histórico, sino que ha hecho desaparecer el espacio geográfico en tanto las personas que se encuentran, que conectan, no lo hacen en el registro de encuentro entre dos cuerpos. La concurrencia con un no-otro no solo redunda en la desaparición del encuentro entre cuerpos, sino que ese hiperrealismo difumina en lo imaginario la sensación de que efectivamente no es un semejante. Que la muñeca no hable, porque se trata de un artefacto y no de otro ser humano, evidencia el artificio. El intento de inclusión de inteligencia emocional desdibujaría este hecho, aun así a día de hoy no lo consideraríamos un semejante, en tanto no es un sujeto que puede ser representado entre significantes.  La inclusión cultural de esta tecnología hace su aportación a la transformación de un entorno que afectado por el capitalismo va de modo creciente a un individualismo cada vez mayor. Que sujetos particulares lo estén incluyendo en su cotidianidad a modo de juego, en un como si fuese una pareja, mostraría el malestar de esa individualidad que conlleva soledad, supondría un ansiolítico que taponase ese malestar sin confrontarse con su estado y posibles resoluciones.

Nota: A menos que se especifique lo contrario los entrecomillados corresponden a texto literal que circula por internet en relación al tema. Las referencias no se han especificado por ser encontrados reiteradamente con las mismas expresiones en diferentes páginas, en general a modo de noticias breves. Algunas de ellas corresponden a texto literal de las empresas que las comercializan y/o sus usuarios.

Los otros no-otros; las muñecas sexuales, es un texto de Dina Fariñas publicado en la web www.coencuentros.com

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