“El amor es dar lo que no se tiene”, decía Lacan. Un aforismo difícil de entender, y más durante el periodo navideño.
Quien más quien menos ha hecho y ha recibido regalos. Supongo que todos nos preguntamos ¿qué le regalo a tal persona?, y entonces ¿qué le gusta?, ¿qué querría tener?. Precisamente el regalo nos sitúa en relación a aquello que le falta al otro, y en cómo podemos incluirnos respecto a esa falta. Lo mismo sucede a la inversa. Queremos que los demás participen respecto a lo que nos falta, y que su regalo venga al lugar de aquello que no tenemos.
Por otra parte, en nuestra sociedad, el “fetichismo de las mercancías”, en palabras de Marx, ha alcanzado niveles máximos. Los objetos de consumo son cada vez más refinados, extraordinarios, no ya en cuanto a sus propiedades, sino en cuanto a su capacidad para actuar como significantes que nos representen frente a otros, que produzcan en tanto sentido la filiación a tal o cual valor, por ejemplo prestigio o belleza. Tal es su refinamiento, que se proponen, como buen fetichismo, renegar por su sola presencia, la falta que forma parte de nuestra constitución subjetiva.
En navidad, mediante esta suerte de bacanal del consumo, se despliega toda la artillería de la que el capitalismo nos ha provisto para intentar llenar a la falta. Por suerte, no es tan fácil renegarla, y el deseo, por definición, no puede ser satisfecho. Puesto que nunca tenemos aquello que al otro le falta, al menos en un sentido pleno, inventamos. Inventamos toda suerte de refinamientos, envolturas, demoras, rituales: signos de amor, en definitiva. En este sentido quizá los niños capten lo esencial, cuando dejan de lado el sofisticado juguete que se les ha regalado y se entretienen con el envoltorio, o con la piruleta que lo acompaña: naderías que son un verdadero don de amor.
Desenvuelto el último regalo, algo falta. Tanto nos preocupa no haber acertado con nuestro regalo, que los damos con tickets para que se puedan devolver y la decepción dure apenas un rato.
Y sin embargo, los regalos fallidos son interesantes. Alguien intenta incluirse en lo que nos falta, pero resulta que no consigue conectar con nuestro deseo, o lo hace de un modo muy tangencial. Es frecuente sentirse frustrado porque los demás no nos dan lo que esperamos, lo que creemos merecer, tanto como nosotros damos o más de lo que podemos aguantar. Ese desajuste puede abrir una pregunta interesante respecto al modo en que construimos los vínculos con los demás.
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