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Voy a aprovechar el blog de esta semana para recomendar la lectura de un libro interesante para cualquiera que tenga interés en el tema del título. Se trata de A cada cual su cerebro. Plasticidad neuronal e inconsciente. De François Ansermet y Pierre Magistretti, publicado en español en 2012 por Katz Editores. El libro es consecuencia del encuentro de un psicoanalista y un neurobiólogo.

Ambos suizos, F. Ansermet es psicoanalista y psiquiatra, profesor en la Universidad de Lausana y P. Magistretti es doctor en Biología por la Universidad de California y tiene experiencia psicoanalítica personal.

Desde que Eric Kandel recibiera en el 2000 el premio Nobel de Medicina se rompió cierta inercia en la ignorancia mutua que se profesaron Psicoanálisis y Neurociencias. Una década antes, el mismísimo Francis Crick (descubridor con James Watson del genoma humano) afirmaba que la investigación neurocientífica estaba huérfana de una Psicología General que ordenara el batiburrillo de experimentaciones que se generaba; no era Crick precisamente un partidario de que esa Psicología General la aportara el Psicoanálisis. En cambio, Kandel, en 2006 publica The emergence of a new science of mind, donde toma el problema de las relaciones entre Psicoanálisis y Neurociencias de una manera que cancelará el divorcio.

El libro que recomendamos tiene, además, la particularidad de agregar la obra de Jacques Lacan a la cuestión. Si hasta ahora la reflexión se sostenía fundamentalmente en la obra de S. Freud, esta vez la aportación de la lectura de J. Lacan es incluída en la problemática.

La argumentación de los autores parte de la idea freudiana de huella mnémica, fundando este punto de partida en una comprobación común a ambos campos, la de que “la experiencia deja huella”. La huella en cuestión tendría entonces un registro en una determinada red de conexiones neuronales; no deja de asombrar la coincidencia con las tesis de S. Freud en su Proyecto de Psicología. Ahora bien, el elemento novedoso que introduce la neurociencia es la plasticidad, es decir la capacidad que tiene el cerebro para modificar las conexiones sinápticas de esas redes neuronales en función de la experiencia. Este concepto ha sido crucial en la investigación neurocientífica en tanto le permitió abandonar una visión estática del sistema nervioso. Hay aquí un argumento de peso en el debate clásico entre innato y adquirido, pues la verificación de la plasticidad neuronal permite afirmar que la experiencia es capaz de modificar lo dado. Es obvio que esto abre la puerta a considerar que las experiencias familiares en la primera infancia dejen huellas que estructuren el aparato psíquico.

Sobre estas premisas, la introducción de la lectura lacaniana permite a los autores establecer una serie entre huella sináptica, huella psíquica y significante; con lo cual se busca permitir sustento a la cuestión crucial de la huella particular que implica el lenguaje en la constitución del sujeto, en la constitución del animal que por hablar, queda exiliado del orden natural. Aunque no será que no nos avisen de las dificultades de cruzar a estas dos disciplinas (tanto como para compararlas con las del apareamiento entre un oso polar y una ballena), el libro tiene afirmaciones polémicas. La idea de que hoy es posible una biología del inconsciente y de la pulsión lo es.

Cuando J. Lacan sostiene que el estatuto del inconsciente es ético y no óntico, ¿no supone esto desandar el camino hacia el estauto óntico del inconsciente y la pulsión? La respuesta la dejo para el lector, al que animo a meterse en un libro ameno y bien escrito que permite una lectura rigurosa sin necesidad de ser un especialista.

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