652 18 10 23 -- 652 18 10 24 info@psicologoskairosmadrid.com

Septiembre es un mes que para muchos está cargado de buenos propósitos: aprender inglés, dejar de fumar, hacer más ejercicio o completar una colección por fascículos, de esas que se venden en los quioscos. Con frecuencia, la colección se interrumpe a las pocas entregas o el gimnasio se mantiene solo unos pocos días. Esta dificultad para sostener proyectos se suele pensar apelando a la falta de voluntad, o a circunstancias externas que hacen imposible que cumplamos con aquello que nos habíamos propuesto.

Por otra parte, nuestro comportamiento se ve perturbado por una serie de manifestaciones que se contraponen a nuestro conducta habitual o al sentido común: olvidamos una cita, no sabemos por qué pero declinamos una oferta que deseábamos, decimos justo aquello que no queríamos decir. O incluso, después de equivocarnos, volvemos a equivocarnos.

La vida está llena de pequeños o grandes actos inexplicables, al menos desde una perspectiva racional. Sin duda, tenemos capacidades intelectuales que nos permitirían obrar de tal modo que pudiésemos obtener un bien mayor. En los términos empresariales que colonizan nuestro léxico, podríamos decir que tenemos las capacidades para ser más eficaces, para maximizar nuestro rendimiento. Sin embargo, estas capacidades no cesan de ser saboteadas, cuestionadas, precisamente por algo de nosotros mismos.

Un libro de Freud, de principios del S.XX, “Psicopatología de la vida cotidiana”, se ocupa de una serie de manifestaciones cotidianas, que cualquier persona puede reconocer en sí mismo, para ejemplificar el impacto de lo inconsciente. Concluye, que más allá de los propósitos racionales, se entromete un deseo, que no ha encontrado otro cauce, y que viene a realizarse de algún modo en el error, en lo irracional.

Con frecuencia no nos reconocemos en nuestras inhibiciones, errores u olvidos. Sin embargo, ¿A quién pertenecen sino a nosotros mismos?, ¿quién podría hacerse cargo sino nosotros?. Puede uno atribuir estos fenómenos a fatalidades del destino, a factores externos o bien verse concernido en la pregunta que suscitan: ¿qué tengo que ver yo con esto?

Desde esta perspectiva, todas estas manifestaciones que quedan por fuera de lo racional, aparecen sujetas a otra lógica, aquella que es propia de lo inconsciente. Se abre entonces la posibilidad de que sean elaborados, integrados, de modo que pueden convertirse en elementos valiosos.

Si te sientes reconocido en el texto y quieres charlarlo con alguno de nuestros analistas contáctanos

Pin It on Pinterest