La historia que cada cual nos contamos sobre nuestra propia vida nos habla de las experiencias que hemos tenido a la hora de establecer lazos con los otros. El peso del deseo y los discursos de otros significativos nos marcan, incluso antes de nacer, a la hora de constituirnos como sujetos. Todas estas experiencias, siempre singulares, estructuran el modo en el que cada cual leemos el mundo.
Esta lectura está igualmente atravesada por la subjetividad de la época que nos ha tocado vivir, tanto por los discursos predominantes como por los emergentes que vienen a cuestionar lo establecido. Ante cualquiera de estos discursos podremos responder desde la resistencia más encarnizada o desde su asunción acrítica, siendo o no conscientes de por qué nos afectan como lo hacen.
Estas dos facetas, la del sujeto y la de la subjetividad de la época, las expresaremos por un lado a través de lo que decimos y actuamos y por otro de lo que inhibimos y permanece oculto para cada uno de nosotros. Todo ello dará la cara a través de la angustia más o menos difusa frente a un vacio, ante una nada, una imposibilidad que mantiene siempre vigente cierto malestar en la cultura. Es ahí donde aparece la unión entre lo singular y lo colectivo.
Pero en esta conexión entre lo singular y lo colectivo, no deberíamos apuntar sólo sobre las personas que acuden a consulta. Esta unión nos atraviesa igualmente a los psicoanalistas que les tratamos. Profesionales que muchas veces terminamos encarnando la posición de un “supuesto saber” que pareciera legitimarnos a la hora de cuestionar determinados discursos, como si nuestro quehacer consistiese en ser jueces y parte del mantenimiento del status quo.
Mantengamos siempre un posicionamiento ético, que no moral, en nuestra praxis y sobre la teoría que la rige, sin contentarnos con escondernos tras una supuesta “benevolente neutralidad”, confundiendo así la neutralidad en psicoanálisis con la neutralidad del psicoanálisis en lo social. Revisemos constantemente si en nuestra propia persona no caemos en un insuficiente análisis de nuestras pasiones, temores y prácticas de poder o si convertimos en credo, en una nueva religión, aquellos principios de la teoría que a condición de servirnos de ellos, nos impiden ir más allá en la escucha de cada sujeto enclavado en los cambios de la subjetividad de su época.
Así, teniendo presentes también las capturas que plantea la sociedad a la que se pertenece, será como a lo largo de todo el proceso analítico se incidirá en los atrapamientos que porta como sujeto la persona a la que atendemos. Una vez desveladas las cartas con las que parte y comprendidas sus determinaciones, podrá ser la propia persona la que podrá llegar a re-elaborar su propia historia y llevar a cabo actos creativos constituyentes encaminados a dotarse de mayores cotas de libertad.
Todo lo dicho le facilitará tener encuentros y crear lazos de otra manera a la hora de vérselas nuevamente con el amor y/o la amistad, incidiendo por lo tanto también de una u otra manera en lo colectivo, siempre asumiendo la responsabilidad de sus elecciones, sean estas las que sean.
Si te sientes reconocido en el texto y quieres charlarlo con alguno de nuestros analistas contáctanos
(Fotografía de Tommy Ingberg)
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