Ansiedad, estrés, hiperactividad… se han convertido en algunos de los conceptos que recorren un cierto campo teórico y que son usados en el discurso de la psicología hasta la saciedad. La población los recoge, los usa, se los autoasigna cada vez con más facilidad y familiaridad; “tengo ansiedad”, “estoy estresado por mi trabajo”, “mi hijo es hiperactivo”… Y ¿qué se quiere decir con ello? Se podría decir que son diagnósticos que recorren el concepto de la angustia.
La descripción de éstos es lo que con facilidad puede encontrarse en cientos de páginas de internet con la simple búsqueda de la palabra ansiedad, como un intento de dar respuesta a aquellos que se preguntan sobre qué es la ansiedad, en muchas ocasiones porque en relación con ella han sido nombrados; “usted tiene ansiedad”, “padece un trastorno de ansiedad generalizada”, etc. Su descripción es un amplio catálogo de síntomas clasificados en alteraciones físicas, psicológicas y sociales, de malestares que incomodan el cuerpo y al ser en su relación consigo mismo y con el mundo. Pero sobre qué la causa lo que aparece es un no sé. Dice Heiddeger que la angustia no sabe de qué se angustia. Cuando el paciente llega a la consulta del psicoanalista de un modo u otro dirá no sé qué me angustia. Y esto es una aproximación, un no saber qué angustia. Una nada, una página en blanco, la escena de un pasillo que se recorre con temor en una película de miedo. La expectativa inminente de un horror.
A este no saber hay que respetarlo aunque no esté de moda. Si la angustia está en alza como subjetividad de nuestros tiempos tiene bastante que ver con la tendencia a borrarla. Desde los “tratamientos” farmacológicos con la industria de los ansiolíticos a las terapias psicológicas – con la aplicación de terapias que la conceptualizan como un mal pensamiento que hay que corregir o un afecto molesto que hay que vencer desde nuestra voluntad y conducta – el exterminio rápido es lo que se pretende, otra cosa es que se consiga. Otra postura es respetarla, porque ese diagnóstico de ansiedad en una persona habla de la aparición de la experiencia de la angustia, en tanto algo que toca lo más intimo de la subjetividad de ella, que de tan íntimo se hace extraño pues en principio “no se sabe”, no habría que borrarlo a cualquier precio. De hecho optar por el borramiento suele tener como efecto que vuelva a reaparecer con otra corte de síntomas, de ahí que el diagnóstico rápidamente llegue a ser ansiedad generalizada. La angustia es un afecto que se desplaza, porque que no se sepa a priori qué angustia no quiere decir que realmente sea una nada.
Respetarla es ponerla a hablar, por más que “no se sepa”, algo se sabe. Hacer el esfuerzo de ponerse a hablar de nuestra angustia es comenzar a andar en el camino de atravesarla, en tanto pueda ser escuchada desde otra frecuencia.
“Interrumpo la emisión para subir el volumen de
vuestros receptores y que nuestra angustia os entre
por las orejas”.
BELEN GOPEGUI. “Deseo de ser punk”
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