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La relación entre desempleo y depresión podría parecer muy evidente, pero con las evidencias conviene no tener mucha prisa para darlas por buenas. En principio, la pérdida del empleo es un golpe muy duro casi siempre; pero el impacto de la pérdida del referente de inclusión social primordial que suele suponer el trabajo, no es todavía una depresión. El dolor, la angustia, la tristeza son consecuencias con sentido ante una pérdida tan importante. Lo decisivo viene después, si se termina instalando una posición melancólica o si la pérdida abre nuevas vías al deseo.

Hay, sin embargo, un tercer elemento que es menos evidente. Con pocas excepciones se nota en estas personas un sentimiento de culpa insidioso. No suele tardar en aparecer en los tratamientos, pero tampoco suele resultar explícito desde el principio. Y la culpa tiene fuerte incidencia en la posibilidad de deprimirse. Hay en esto un trasfondo de una ideología que podríamos llamar neoliberal, una especie de Sentido Común que dice que si has perdido tu trabajo es porque te lo mereces, porque no resultas suficientemente competitivo. Es una ideología profundamente individualista, una especie de mandato de que cada uno debe arreglarse solo. Como todas las ideologías, esta también esconde algo; en este caso, una enorme injusticia que consiste en resolver la crisis con una trasferencia de recursos de los más pobres hacia los más ricos.

Por empezar, no somos individuos, porque no estamos in-divididos; al contrario, estamos divididos. Nosotros mismos somos un vínculo que, a su vez, se vincula con otros. Esto se evidencia en el verso célebre de Antonio Machado: “mi soliloquio es plática con este buen amigo”. Todos notamos esta conversación interna con un interlocutor que, por desgracia, no siempre es tan buen amigo como el de don Antonio. A veces ese interlocutor es un canalla que nos dice que la culpa es nuestra porque no valemos para nada. Obviamente, hay que cambiarlo, con este tío no se puede hablar, pero habrá que encontrar otro.

Así es que desbaratar la culpa es esencial en cualquier tratamiento con una persona en el paro. Hay un matiz que hacer, de todos modos. La culpa no se desbarata convirtiéndose en una víctima, sino haciéndose responsable. ¿Qué se dice con esto? Pues que nos toca responder, aún de aquello de lo que no somos culpables. De lo contrario, pasaremos a echarle la culpa a alguien o a algo, a quien le cedemos todo el poder, lo que no nos permite más que la queja del victimismo. La primera respuesta es ese cambio de compañero de viaje.

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