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En ocasiones todo empieza con un objeto cotidiano, con esas escaleras del metro, con la foto de una exnovia de tu pareja, con el puente que hay que cruzar todas las mañanas. Una inquietud, un rechazo, la tortura de no dejar de pensar en ello. Y con esto empezamos a hacer o dejar de hacer cosas, nuestra relación con el mundo y con nosotros mismos empieza a ser cada vez más densa, ansiosa, o confusa; el contacto con nosotros mismos, con los otros y con el mundo agota.
La cuestión es ¿qué hay en ese objeto aparentemente intranscendente, banal, para que acabemos rayándonos con él, torturándonos, dándole vueltas?
Hitchcock filmó la Ventana Indiscreta, allí Jeff – el protagonista – paralizado por una lesión en su pierna se sienta frente a su ventana y desde ahí mira. Mira y ve la vida de sus vecinos, indaga sus ilusiones y sus miserias, pero hay una ventana que le trae una historia por la que termina siendo especialmente captado. Es una ventana que le concierne de un modo diferente a cualquier otra del patio. La idea de que ese vecino, Thorwald, ha matado a su mujer comienza cada vez a tomar mayor consistencia. Jeff mira, elucubra, se lo cuenta a su Lisa, su novia, y a su asistenta que le visitan a menudo. ¿Qué hay en esa ventana?, ¿En esa historia entre el sr. y la sra. Thorwald?
Hay algo ahí que le concierne de un modo diferente al resto de las ventanas del patio y de la vida de otros vecinos. “Algo que es en la ventana más que la ventana misma – el objeto causa de deseo. Frente a la ventana, Jeff puede verse como sujeto de deseo.” (M. Bozovic. El hombre detrás de su propio retina. S. Zizek.“Todo lo que usted quiso saber sobre Lacan y nunca se atrevió a preguntar a Lacan”)
Es algo que le enfrenta a su propio deseo, desembarazarse de Lisa, personaje sofisticada, ultraperfecta, quien le llevaría de una vida aventurera como fotógrafo a una vida familiar intramuros.
Pero Jeff no enfrenta su propio deseo cuando el detective Doyle quiere convencerle que Thorwald no ha matado a su esposa, Jeff persiste.
En un momento dado la ventana de Thorwald le devuelve la mirada, mientras mira se es visto por Thorwald; Hitchcock pone la cámara en los prismáticos de Jeff que bailan de una ventana a otra distraídamente en su entretenimiento actual y al caer en la de Thorwald, ahí está él, mirando a Jeff, la ventana le devuelve la mirada. Y Jeff pasa de ser el sujeto de la mirada, un voyerista, a ser el objeto de la mirada del otro, un voyeur visto. La ventana de Thorwald verá los ojos del espionaje de Jeff.
Por más que Jeff se presente como un mero espectador que mira, está totalmente implicado en ese cuadro vecinal desde el inicio. Podríamos preguntarnos cómo estamos nosotros implicados ante esos objetos cotidianos que han terminado por tener una saliencia especial.
“¿Quieres ser?, bien mira… Mira tu propia mirada”

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