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Y… ¿qué es el psicoanálisis?

 

En una reunión amigable se charla sobre los acontecimientos cotidianos y ocupaciones de cada cual. Uno de los presentes nombra de pasada el psicoanálisis y entonces alguien lo recoge y pregunta, “así en resumen, ¿qué es el psicoanálisis”?. Esta pregunta, bastante recurrente, no tiene acogida por presuponer que se esta pidiendo una información take away, por lo que se zanja la cuestión  insinuando que no es el momento ni el lugar para hablar de un tema tan específico y extenso a la vez. Como espectador, en mi fuero interno quedó abierta otra pregunta sobre qué responder, qué decir a una pregunta por el psicoanálisis, sin devolver unas cuantas definiciones o un saber académico, y en la ilusión de transmitir algo, algo que pasaría siempre por la persona que lo cuenta.

Obtener información en nuestros días está al alcance de cualquiera, sólo hay que consultar Internet y la respuesta está asegurada, respuesta que será más, menos o nada satisfactoria dependiendo de las expectativas que pongamos en la consulta. La mayor parte de las veces, ni se conocen los autores ni la veracidad de los contenidos, aún así nos servimos de esta información porque necesitamos respuestas. Pero aún siendo la oferta casi ilimitada, esta poderosa herramienta de almacenamiento de saberes,  no ha podido desplazar el impulso humano de compartir con el otro su propio enigma.

Y así volviendo al escenario inicial tenemos la pregunta que va dirigida a una persona no a una máquina, lo que inmediatamente coloca a esa persona en un lugar del que se espera algo diferente. Y ahí está el quid de la cuestión: desde qué lugar hablamos cuando se trata de hablar de psicoanálisis?. Del que quiere enseñar, convencer, ayudar… o quizá se trata de hacer una pausa para reconocer algo del otro, ya que la respuesta también va dirigida a una persona. Este posicionamiento sería oportuno para  descartar por un lado, la tentación de tener la clave para satisfacer esa demanda y por otro, el temor de no dar una respuesta siguiendo los cánones. Se trata de una situación por ambas partes singular, se dan las condiciones óptimas para poner en práctica la referencia al psicoanálisis como una experiencia a transmitir. Es decir que la pregunta ¿qué es el psicoanálisis? conlleva la de ¿qué es un psicoanálisis?.

La articulación teoría-práctica es imprescindible. Se trata de descartar contenidos que llevan a acciones como son: reparar (lo dañado), curar (lo enfermo), fortalecer (lo débil), para priorizar otros como: apalabrar (silencios, olvidos), reescribir (recuerdos, acontecimientos), construir (historia, no biografía).

En sus orígenes, la primera referencia al psicoanálisis como nueva forma de tratamiento y de pensamiento, fue de “talking cure”, es decir “cura por la palabra”. Los pacientes reivindicaban su necesidad de hablar y ser escuchados. Freud atiende esas quejas y haciendo de ello una norma instituye el lugar del analista como lugar de escucha. Lacan en su continuo retorno a Freud a través de sus escritos, señala estos dos lugares como dos ejes de la práctica del psicoanálisis: el de la persona que demanda, como el lugar del que sabe del por qué de su demanda, y el del psicoanalista, como el lugar del que escucha y favorece el decir del paciente, transformándose este decir en la herramienta principal de su trabajo.

También fuera del escenario de trabajo, como es el tema que nos ocupa, puede irrumpir el  psicoanálisis. Podemos suponer que la pregunta en ese momento planteada, no era causada solamente por un deseo de saber, sino que surge de una curiosidad, de una inquietud que atañe a esa persona, que por el hecho de enunciarla ya está implicada en ello. Si al que va dirigida la pregunta puede escucharlo de ese modo, se sentirá interesado en aportar algo singular, es decir con una versión propia, de la cual la persona se podrá a su vez apropiar.

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