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“Al amor no hay que darle muchas vueltas.
Tan sólo admite dos.
Sí o no”.

(Carrusel, No hay tres sin dos. Alejandra Díaz Ortiz)

En los tiempos que corren – !y corren tan deprisa!!!- lo efímero, lo no perdurable, lo dado a consumir marcan un ritmo endiablado en nuestra manera de hacer lazo con los otros. En ese pasar de un encuentro a otro, de un cuerpo a otro cuerpo, de objeto en objeto, el encierro en nosotros mismos va creciendo haciendo la sombra de nuestra soledad cada vez más alargada, cada vez más asfixiante.

Pretendemos rebajar la valentía y el compromiso que conlleva amar, por entender las referencias que nos unen al otrx como limitaciones y no como aperturas, como caminos por los que mitigar el dolor. Buscamos refugiarnos la mayoría de las veces en el intento de gozar con el otrx a través solo del cuerpo. Pero esto nos vuelve a remitir a un imposible, a una suerte de ilusión siempre irrealizable que, tras un brevísimo espejismo de unidad, nos devuelve al goce, siempre solitario, del propio orgasmo. Así transitamos por la vida de tal manera que nos es tremendamente difícil tan siquiera olisquear, sino es a modo de fugaz perfume de enamora(miento), algo parecido al amor.

Frente a la repetición de estos encuentros, vividos como fracasos, aparece a veces la pregunta sobre el por qué de los mismos. Pregunta que posibilita abrir, a través del análisis, vías para encontrar otrx con el que intentar narrar el goce a través de las palabras, los pensamientos, las fantasías, los deseos que cada unx pone, jugados estos tanto en la cama, como fuera de ella.

Análisis a través del que poder tomar la dirección que nos encamine hacia el amor como potencia, desde las faltas que la/el otrx nos devuelve como espejo. Faltas desde las que se nos provoca y desde  las que nos sentimos llamados a atrevernos a colocarnos en una posición diferente de la lógica acumulativa, aceptando el reto de aquello que carecemos y que nos causa.

Un amor que, a pesar de la adoración inicial, nos permita llegar a ver al amante y a lo amado en ella/él sabiéndolo limitado, insuficiente, incapaz de colmarnos. Un amor que no olvide, que se sustente en la diferencia, que le ponga palabras a ese entre tú y yo que hace posible el encadenamiento de sucesos capaces de conmovernos. Sin por ello tener que vernos nuevamente arrastradxs a degradarlx, tornando el amor en odio, por querer escapar como alma que lleva el diablo de cierta sensación de dependencia, de cierta sensación de necesidad que tanto miedo nos da.

Un amor sujeto a un sí, siempre sujeto a lo contingente, siempre en construcción…

 

Juan Álvarez-Ude López.

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