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El sueño es el guardián del dormir, del reposo y a través de los sueños se tramita de forma más o menos enigmática la realización de deseos rechazados y reprimidos.

La pesadilla interrumpe el reposo, pero ¿podemos decir que bloquea la realización de un deseo, o nos pone al límite del abismo de lo desconocido?
No olvidemos que tanto en el sueño como en la pesadilla los soñantes somos los autores, sin saberlo, de esas producciones. Somos soñados pero aún así estamos concernidos.

Cuando soñamos se produce, digamos, un preparado, lo que se llama la elaboración onírica, de forma que el producto, el sueño como tal, es un conglomerado de imágenes que solemos calificar como disparatadas y sin sentido, tonterías. Sin embargo los sueños son portadores de verdades encubiertas sobre nuestros deseos inéditos. Nos pueden producir inquietud, curiosidad, sorpresa, pero las más de las veces los olvidamos antes o al poco de despertar.

No ocurre lo mismo con las pesadillas. En este proceso onírico no hay cocinado previo que edulcore el contenido de las escenas. Las imágenes producidas son vividas como amenazadoras, como un peligro real contra nuestra persona, peligro del que no podemos defendernos ni con movimientos ni con palabras. La serie de escenas por las que se va desplazando la escena causa del sueño, no ocurre en las pesadillas donde la escena es en si misma traumática, sin apenas disfraz, ni deformación. Aparece la angustia como señal de este desenmascaramiento, produciendo estupor, pánico, horror y no sólo no se olvidan sino que pueden alterar el dormir por miedo a su repetición.

Freud se refiere a las pesadillas como sueños de angustia y Lacán dirá que todo sueño es una pesadilla atemperada, y en el seminario sobre la angustia que “lo correlativo de la pesadilla es el íncubo o el súcubo, aquel ser que te oprime el pecho con todo su peso opaco, que te aplasta bajo su goce. Lo que se ve en la pesadilla vivida, es que aquel ser que pesa por su goce es también un ser que interroga.” Íncubo, del latín íncubus, es el demonio que oprime al durmiente y le inspira la pesadilla.

Si en el trabajo del sueño lo que se persigue principalmente es seguir durmiendo, mantener un equilibrio homeostático con mayor o menor éxito, el fracaso es total cuando lo real se impone en forma de pesadilla, ya sea en el dormir o en la vigilia y la angustia que conlleva nos saca bruscamente del placentero duerme-vela. La angustia es la señal que nos avisa del peligro inminente por la irrupción de ese real inesperado. Esto hace que se produzca en el durmiente un brusco despertar con el alivio de “era sólo un sueño”.

Borges diferencia la pesadilla del pesar diurno: “Nuestra vigilia abunda en momentos terribles, todos sabemos que hay momentos en que nos abruma la realidad, Ha muerto una persona querida, una persona querida nos ha dejado, son tantos los momentos de tristeza de desesperación…Sin embargo esos motivos no se pareen a la pesadilla, la pesadilla tiene un horror peculiar”.

Algo de ese horror se puede presentar en nuestra vida, en situaciones cotidianas como un examen, un encuentro familiar…Así como en las pesadillas lo importante no son las imágenes sino la impresión que producen, en la vigilia tampoco son los acontecimientos lo importante sino el efecto que en nosotros producen, la angustia que nos asalta, el malestar físico, el sentimiento de amenaza, que nos hace decir “esto es como una pesadilla”, por la sinrazón, por la insistencia y sobretodo por la imposibilidad de controlarlo o escapar de ello. Desearíamos que fuera un mal sueño (como se llama también a las pesadillas) para podernos despertar, cuando en realidad algo nos ha despertado ya de nuestras ensoñaciones y rutinas cotidianas.
Aparece entonces una expresión de incredulidad, “ésto no me puede estar pasando”, pero está pasando, por eso hace falta un cambio de posicionamiento que sustituya esa negación por “que puedo hacer con esto que me está pasando”, para no acallar lo que debe ser atendido.
Si la pesadilla del sueño permite un trabajo de descifrado, lo vivido como pesadilla en la vigilia tendrá mejor destino si se realiza un trabajo de análisis para significarla y evitar la repetición.

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